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ESTACION CARCHI y la eterna espera

Uno solo puede llegar a ese lugar perdiéndose, queriendo ir para el norte pero encontrándose de pronto con un punto en el mapa que parece haberle ganado al tiempo inundándose de olvido.

Ferrocarril Ecuador

Éramos un grupo de 6 personas, un herpetólogo, una zoóloga, un ingeniero civil, un historiador, un camarógrafo de video y yo. Estábamos en busca de los restos del Qhapaq Ñan en el norte del Ecuador. Habíamos salido del Valle del Chota muy por la mañana pero en la tarde el grupo se dividió en dos intentando encontrar el sendero del camino inca. Ya para la tarde, tanto el historiador como el ingeniero civil culminaron la visita, determinando que un pequeño tramo estaba totalmente perdido y debían regresar para poder estudiar más a fondo aquel sector. Esa noche estaba planeado dormir en Tulcán, pero faltaría mucho para poder llegar hasta nuestras camas.
 
Cuando tomamos la camioneta doble cabina 4x4 en la que viajábamos, nos dimos cuenta que

estábamos perdidos, sin señal de servicio en el celular y con gps sin baterías; por lo que decidimos

pedir ayuda a un señor que llevaba una gallina dentro de un costal, nos dijo que la carretera estaba

cerca e intentó guiarnos, pero la camioneta tenía su propio destino y Tulcán podía esperar un poco

más.

Nos pasamos el cruce por el cual debimos haber salido y dimos con un callejón sin salida que tenía

por nombre Estación Carchi.


Estación Carchi

A primera vista da la sensación de haber llegado a una ciudad perdida, luego piensas que un terrible
terremoto acabó con el lugar pero luego te das cuenta que increíblemente hay gente habitando ese
sitio.

Allí, no hace mucho se daban fiestas y la vida giraba en torno a los pitidos del tren, no vamos a
decir que era una villa feliz, pero por lo menos tenía vida, negocios de ropa a los costados, ventas
de comida, obos, caña de azúcar, puestos de cigarrillos, servicios de fletes, perros deambulando,
olores… en fin, existían.




El tren era la vida de este sector y cuando olvidó regresar, Estación Carchi dejo de existir. Lo bueno que podemos rescatar de la gente que permanece en este lugar, es que son fieles y aunque saben que el tren los abandonó, ellos insisten en no dejarlo ir. Cosechan y siembran melancolía, viven del recuerdo y se niegan a abandonar lo poco que les queda y lo que les queda es solo memoria.


Estación Carchi


Nunca he escuchado sobre este pueblo, de cierto fue pieza importante de una red comercial que
alimentaba a todo el Ecuador, muchas historias y bravos patriotas seguramente tomaron decisiones
que los obligaban a renunciar a sus deseos con tal de que el tren se mantenga en funcionamiento
por la amada Patria, hoy la historia ha crecido a manera de césped y a tapado, junto con las rieles,
la importancia de este lugar hasta convertirlo en algo más parecido a una zona de guerra Iraquí.


Pero bien se nota que ese olvido es temporal, cada que hay elecciones, los partidos políticos usan
sus necesidades como votos y luego, más de lo mismo, el señor con la corbata que hablaba y nadie
le entendía no regresó jamás y las promesas nuevamente se centraban en ese monumento del
abandono llamado estación del tren a la que todos miran como diciendo “Lázaro levántate y pita.”


Estación carchi

El único empleado que queda es el que guarda celosamente las llaves, no cobra desde hace años,
tu paga llega en el tren que viene le dijeron y hasta ahora espera ese pago, sonríe. Pero el sigue
abriendo los candados de esas puertas de madera resistente, no vaya a ser que hasta los recuerdos
se escapen dice.
 
Adentro no queda más que sombras, hasta para las arañas es mal negocio tejer sus redes en ese
desolado lugar y a las polillas de seguro no les gusta el sabor de esa tinta azul de los libros de
registro de encomiendas que están regados por el suelo, ofreciendo el único testimonio de que en
realidad pasaba un tren por ese lugar.

De pronto un brillo me llama la atención y eran los ojos llenos
de nostalgia de Don Severino, las manos en su cintura no terminaban de creer que esos días en
algún momento fueron realidad.


niños estación carchi

Lo único que saben hacer en ese lugar es hijos, claro si no hay tv sonreímos, solo una luz eléctrica
tenue y sepia que cae de los postes de luz, que más para alumbrar están presentes para cobrar
impuestos, solo llega la señal de una radio am del Carchi que es su único cordón mediático con el
mundo, allá no hay farándula rosa, no saben nada de vitos, veras, ni vivancos… no saben nada de
angosturas y tampoco de cadenas sabatinas, bien dice el refrán, “nada es completo” y acá la
desgracia no es completa, viven sin esa contaminación mediática burdamente manipulada.
Es lo único que les envidio.
 
Los niños juegan con llantas viejas que quieren dejar el lugar, pero ellos se encargan de regresarlas
camino abajo, si ellos no salen, nadie sale. Es como un matrimonio triste, en las malas y en las
peores juntos por que las buenas ya se terminaron.


Estación Carchi

No nos piden dinero, de que les serviría en este lugar en donde comen y viven de recuerdos,
además de arroz y fréjol. Pero el licor no falta ni las barajas, esas acompañan las tardes de los
más viejos que con grandes cigarros de chilca en la boca hacen lo que mejor saben hacer, recontar
una y otra  vez las viejas historias de lo que era la Estación Carchi, cuando el tren no se había
olvidado como llegar.


edificio abandonado

Debo regresar, me prometo mientras dejo la cámara de video y empiezo a tomar estas fotos, debo
venir nuevamente, contarle al Ecuador esta triste historia, de seguro gano un premio, de seguro
alguien les rescata me digo en la mente… han pasado tres años y ese compromiso nunca me quitó
el sueño, sufría cuando no podía dejar de fumar, juraba terminar un mes seguido en el gimnasio,
miraba el Cotopaxi a lo lejos y siempre prometía que ese año llegaría a su cima, pero del regresar a
la Estación Carchi ni me acordaba, por ahí una navidad se me ocurrió que sería buena idea llevarles
algo, llantas nuevas a los niños de ese lugar aunque sea, pero no paso de mi mente, ni siquiera fue
una “buena intención” y hoy que estoy limpiando el disco de la computadora por falta de espacio,
sin querer, tomando nuevamente una mala dirección, abriendo una carpeta queriendo llegar a otra,
me topo con este recuerdo… soy la muestra del resto del país que olvidó un lugar que en algún
momento nos fue útil, acá estoy confesando que yo también aboné y regué el césped con el que
Estación Carchi se está enterrando, mientras espera escuchar a lo lejos el pitido del tren.


estación carchi



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